Los deseos de mi querida María Antoña son ordenes y ella, melena al viento desde su ventana, me dijo que debía de actualizar ya. Y a eso voy, a contar la que hasta ahora ha sido la mejor fiesta en Dinamarca y probablemente una de las más especiales de mi vida. Inolvidable porque a partir de ahora debo de cambiar mi percepción de «fiesta universitaria» ya que hasta ahora yo la consideraba como una reunión de universitarios a las puertas de la universidad, pero aquí, en Dinamarca, la cosa cambia. La Arsfest es en la propia Universidad, en sus pasillos, en la cantina, en las clases, en cualquier rincón; organizado y preparado todo por estudiantes que en su tiempo libre se dedicaron a decorar las salas o a colocar todo en orden de nuevo. Es una fiesta única porque en cada facultad había una fiesta organizada donde se vendía alcohol (¡en las propias clases!) o había snacks para comer. Todo ello con música de fondo y gente sentada (o encima bailando) en las mesas de las aulas.
Definitivamente somos incapaces de cenar a las 18:30, por mucho que la fiesta empiece a las 19:00, nosotros vamos a nuestro ritmo y llenamos el buche a las 20:00 para plantarnos en la uni a las nueve y pico. Desde el principio íbamos con ganas de marcha y tras montarnos 5 en una bicicleta circular que nos paseó por la entrada, nos dirigimos a dar una vuelta por las facultades a ver que se cocía. Finalmente acabamos en la Cantina, comedor por el día, discoteca por la noche. Nada parecía indicar que ese era el mismo lugar donde esa misma mañana habíamos comido: las columnas estaban decoradas com si fueran árboles, varias bolas esféricas hechas con vasos de plásticos hacían las veces de luz y una multitud de gente bailando sin parar. Es el momento de encontrarte con el resto de estudiantes, saludarlos, bailar, comentar, reir, beber, hacer el mongolo y demás cosas que derivan de la ingesta masiva del alcohol. Cuando uno cree que son las 2 de la mañana por lo menos, observa el reloj y comprueba que a pesar de ir ya contentillo solo son las 22:25. En esas andaba yo cuando sucedió el primer momentazo de la noche: la cola para ir al baño. Me encontré con Verner, Fanny y amigos suyos cuando por fín llega mi turno para entrar en el baño. No se por qué pero no cerré la puerta con cerrojo y en 4 segundos se sucedieron las siguientes escenas mientras orinaba: entra una chica, me dice que se mea, se baja la falda, se las ven las partes nobles, me ve mis partes nobles, meamos a la vez, me planta 2 besos, me da las gracias, nos echamos una foto y si te he visto no me acuerdo. En fin…
Cuando nos cansamos de la Cantina fuimos a una de las carpas que había instaladas en el cesped pero para llegar tuvo que pasar el SEGUNDO momento de la noche: subirnos al trenecito. Como niños pequeños subimos ilusionadisimos y llenamos los hispano-parlantes 4 filas. Nada más arrancar empezamos con el repertorio de canciones populares españolas, esas que se cantan siempre que nos concentramos en un sitio público con 4 copitas de más. Al unísuo, voces al viento y palmas acorde cantamos «camarero», la «macarena» y «sarandonga». Ni que decir tiene, que la gente del tren y la que nos veia por la calle alucinaba con nosotros. No paramos en los 15-20 min que duro el trayecto en el tren. Casi afónicos, nos dirigimos a la carpa finalamente.
Allí ya echamos el resto. Durante 2 horas bailamos sin descanso, saltando, abrándonos… daba igual que hace 1 mes no nos conocieramos de nada, daba igual que hablaramos diferentes lenguas, daba igual el rídiculo, somos jovenes y Erasmus y con eso basta y sobra. Lo q en España serían las 6 de la mañana, aquí eran solo las 3. Aún con dolor de pies, cansancio general y un poco de sueño, eché el resto y me quedé hasta las 4.
De vuelta a Korallen, en la mediterranean kitchen estaban Sara y Victor cocinando pasta. ¡Están locos! pensé pero 10 minutos más tarde saqué mis spaguettis de la nevera y me puse a recenar con ellos. Para culminar la gran noche, traje cereales con leche y tan felices nos fuimos a dormir 😀