El Erasmus consiste en hacer posible lo imposible.
Probablemente nunca estaré en el fin del mundo sin embargo, puedo afirmar que la sensación de llegar al extremo final de Dinamarca, hasta el cabo más alto de la península de Jutlandia, es emocionante. Una tierra llamada Skagen por donde andas en las playas observando la arena a tus pies. Sin poder llegar a pisarla, cubierta por una capa de agua congelada. Allí donde el Báltico y el Mar del norte se unen, dar un paseo consiste en patinar sobre hielo. En la ontananza, el amancer deja crecer a un incipiente nuevo día. Los barcos se alejan lentamente de las costas. Uno de ellos lleva consigo mi movil y mp3.
Desde la planta 10 del ferry «Stena Line», el puerto iluminado tras la caida de la noche, nos dió la despedida de la bella Oslo. En su interior, todo lo necesario para tener una velada agradable: una selecta selección de los pecados capitales. Entre lujuria, gula, avaricia y soberbia, los pasajeros daban satisfacción a su vorágine consumo-capitalista en el casino, la discoteca, el buffet de 40 euros, bares para emborracharse y mujercitas del Este con señores mayores trajeados. Algunos de los nuestros cayeron en las garras de la ruleta. «all in red», «all in red» y 1000 coronas d eganancias acumuladas se desvanecieron. En las películas siempre sale el 21 negro. Lo nuestro son las cartas y con el juego de Victor lo pasamos pipa. Esos que dicen que los barcos se mueven deben referirse a las lanchas motoras.
En Dinamarca nos sumergimos en el mundo ajeno a Copenhague. Como en un verdadero cuento de Hans Cristian Andersen, las casitas y calles y de Odense parecian ser producto de tu imaginación. Coloridas, chiquitas, incluso deformes. Aalborg, más pueblo que ciudad, quedará marcado en mi memoria por el enésimo intento de patinar decentemente sobre hielo. Ridiculo, patoso o sureño pueden ser algunos de los adjetivos pensados por los patinadores autóctonos. Arhus fue el lugar elegido para dormir. Con sus canales y arquitectura tipicamente danesa de sus edificios, la ciudad me sorprendió gratamente. Habitan muchos estudiantes pero en Dinamarca en algunas ocasiones uno siente la sensación de vivir en una ciudad deshabitada. Copenhague y Arhus son las ciudades más pobladas de este país, lo cual, resulta algo preocupante ver como en determinadas horas «normales y cotidianas» no ves ni un alma por las calles. Siempre quedarán españoles e italianos para armar follón por las calles.
Así, con la cabeza sacada por la ventanilla, la música a tope cuando Rihanna hacía acto de presencia, por las carreteras planas y rectilineas danesas y con la inestimable compañia de 6 españoles, 2 italianos y un alemás que como bien definió Vera «es menos alemán de lo que el cree»; el viaje llegó a su fin.
Agradecimientos especiales:
-Al taxista de Goteborg que a la 1:;30 de la mañana nos guió gratis hasta el quinto pimiento a la izquierda. Lugar exacto de nuestro hostal.
-Antonio por su trato en el taller de Wolskwagen
-Al taller de la Wolskwagen por su té y café gratis, además de su confortable salita de espera con tele de plasma
– TheTube, Norge FM y Sveriges Radio por amenizar con buena -y mala- música tan increible viaje
– The van, por sus servicios prestados
– Al americano de Korallen. No hay nada que agradecerle pero me resultó curioso encontrarmele allí